Crítica/Ensayo/Poesía

Itinerarios del alumbramiento: Negro es su rostro y Simiente, de Esther Seligson


NEGRO ES SU ROSTRO / SIMIENTE
Esther Seligson
Colección: Varias
México, 2010
204 pp.

Por Samuel Espinosa

It was a virtue not to stay
Robert Graves

Me habría gustado tanto conocer a Esther Seligson y, como quienes convivieron con ella, saber sobre cartas astrales, mística, ritos judíos, religiones orientales, ascetismo. Hubiera querido que, como sus alumnos y amigos, mi forma de ver el mundo también estuviera marcada por sus palabras, y que los ojos se me iluminaran al decir su nombre, como a todos ellos. Para mi mala fortuna me tocó nacer un poco tarde, pero al menos puedo compartir un poco de esa alegría al conocerla a través de su obra. Vaya pues, este texto en su memoria.

Publicado en 2010, Negro es su rostro/Simiente compila dos volúmenes de la obra de la poeta de origen judío. El primero es una selección que la propia autora realizó de su trabajo poético comprendido entre 1995 y 2007; Simiente, por su parte, vio luz por primera vez en 2004, tras la muerte de su hijo Adrián. Con poemas en verso y en prosa, la poesía de Esther Seligson resulta sumamente particular tanto por sus procedimientos –entre los que destacan ritmo entrecortado, tal vez hasta difícil si se compara con las musicalidades más comunes del verso en español, pero definitivamente atractivo– como por sus preocupaciones en el plano del contenido.

Inicialmente, llama la atención el hecho de que uno de los principales hilos conductores de la escritura de Seligson sea la constante celebración de lo femenino, una serie de ofrendas, visitas y libaciones a la gran Madre (esa figura que Jung relacionaba con el anima[1] y que Robert Graves y Leonard Shlain, entre otros teóricos, identifican con el antiguo culto a la Luna, la tierra y la fertilidad). En gran parte de los poemas de Negro es su rostro, nos encontramos con referencias directas a una Madre que se mantiene cercana y propicia a quienes la consideran en sus caminos:

Mece Madre a esta creatura Tuya
que la orfandad no trunque las ramas
que hacia Ti se estiran (20)

Y bendice, Madre, lo que aún me queda por andar (81)

Lo que en nuestra cotidianidad suele identificarse con abnegación y un carácter sumiso, aquí toma tintes de ritual, de constante movimiento e identificación en un proceso prácticamente eterno. La maternidad es un camino de dolores, de espinos y abrojos, y Esther Seligson lo recorrerá con la mirada puesta en Ella:

Hacia ti Madre camino de nuevo firme la pisada
no busco albergue o nido
como bozo joven la piel doliente renace
la voz rajada canta
diría que vuelvo del infierno
si no fuera tan obvia escena pero es clara aún
la ceniza en mis ojos la huella de cal en mis huesos
un sabor a chamusquina en la garganta
un dejo de carbón en mis palabras (72)

Igual que Abraham recorre en silencio con Isaac su hijo el camino al monte Moriah para ofrecerlo en sacrificio, Seligson parece intuir que esa pérdida, frente al altar, le será requerida. Sin embargo, en lugar de imprecar al Cielo o a la Madre que guarda de sus hijas, nuestra poeta afronta el designio buscando en sí misma las causas

Confieso no haber nacido
para la maternidad
ni para el matrimonio
y confieso haber violentado
premeditada alevosa
ambas prisiones
aunque no muy lejos me llevara… (117)

En Simiente, todas las premoniciones, las visiones de lo que habría de venir, terminan por cumplirse. Como el invierno que deshoja los árboles y seca cada planta, así los poemas se ven descarnados, puestos frente al dolor real, tangible, casi insoportable. Con textos en prosa, Seligson mantiene una serie de diálogos con su hijo, mostrándonos el vértigo del dolor, conversaciones inconclusas que se continúan entre sí, que buscan cerrar mantener girando una rueda que se ha truncado definitivamente.

Por su parte, en verso, Esther Seligson habla desde la claridad de contemplar la herida recién abierta:

Cristal de luz se me rajó el alma
y tu cuerpo volando astilla
cómo no se abrió la tierra urna
para hundirnos ambos aliento de agua
desnudados de dolor y de materia
cómo vine a quedar tan huérfana de ti
en este otro parto. (178)

Aunque el duelo no pasa, Esther Seligson finalmente termina por entregarse junto con el cuerpo que despide al casi descanso de seguir el viaje, y finalmente, ser dado a luz en las entrañas de la Aquella que todo lo contiene.

–Vete en paz, dije
todo este mundo te es ajeno
aunque nuestro dolor quiera atarte
no hagas caso y prosigue (196)

Es pues Negro es su rostro/ Simienteun libro en el que, como en pocos, el plano emotivo, impactante y desgarrador, se mantiene siempre en mismo vuelo que la realización formal mediante una sensibilidad absolutamente congruente y, como Esther Seligson misma, siempre llena de luminosidad


[1] El ánima es una personificación de todas las tendencias psicológicas femeninas en la psique de un hombre, tales como vagos sentimientos y estados de humor, sospechas proféticas, captación de lo irracional, capacidad del amor personal, sensibilidad para la naturaleza y –por último pero no en último lugar– su relación con el inconsciente. (Jung: 180).

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Samuel Espinosa Mómox (Puebla, México, 1985). Estudió la Licenciatura en Lingüística y Literatura hispánica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Ha colaborado con poemas y traducciones para Fronda , Alforja Virtual, Definitivamente jueves, y la revista Biblioteca de México. Antologado en La Luz que va dando nombre: veinte años de poesía última de México 1965-1985 (2007).

Un pensamiento en “Itinerarios del alumbramiento: Negro es su rostro y Simiente, de Esther Seligson

  1. La palabra del corazón, está viva. El eco vivo hace presente lo que Es y Fue de Ella. La veo sonreír mientras sus ojos de fuego en la palabra, se alistan para ilustrar-nos. Gracias.

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